La sostenibilidad de la energía renovable

 

Timberland footprint in the sand

 

Seguro que todos estamos de acuerdo en que el calentamiento global no es una hipótesis, sino un hecho demostrado científicamente. Como comunidad global, debemos comprometernos a limitar el aumento de la temperatura a un máximo de 2° Celsius. El mejor modo de lograrlo es adoptar fuentes de energía sostenibles.

 

No obstante, sistemáticamente se cuestiona la sostenibilidad de una dependencia total de las energías renovables y, en concreto, acerca del impacto económico que esto podría tener. Por definición, la energía renovable procede de una fuente que no se agota con el uso y que, por lo tanto, el único modo de obtenerla de forma más eficiente es mediante la asistencia tecnológica. Como se afirmó a principios de abril, la producción de energías renovables de Portugal cubrió el 100 % de la demanda nacional, concretamente alcanzó el 103,6 % del consumo. Las energías no renovables se producían mediante métodos convencionales que implicaban emisiones de carbono; sin embargo, esto se ha compensado con el uso de recursos renovables.

 

Si todos los países siguiesen el ejemplo de Portugal, sería posible no alcanzar el umbral de los 2° C. Sin embargo, existen complicaciones económicas que es necesario tratar. En un estudio publicado en Energy & Environmental Sciences se afirmaba que la producción del número actual de centrales de energía renovable únicamente abastecería, por ejemplo, el 80 % de las necesidades nacionales en Estados Unidos. Para disponer de un sistema autónomo totalmente sostenible sería necesario construir un gran número de parques eólicos y paneles solares, así como unas enormes instalaciones de almacenamiento energético. De forma alternativa, habría que construir unas complejas redes de transmisión para poder trasladar el «suministro» de una parte del país a otra en caso de apagón. Cabe anticipar que para esto sería necesaria una inversión de miles de millones de dólares.

 

Estados Unidos es uno de los países que más contribuye a la contaminación. Los pequeños avances logrados con las normativas de Obama han sido desmantelados casi por completo por su sucesor, cuya política nacional aboga por la centralización y el fortalecimiento de la industria del carbón. Este planteamiento choca de frente con grandes empresas como Google o Apple que, en la actualidad, se basan en fuentes de energías renovables al 100 %. Países como India o China han demostrado su interés en la producción de energía respetuosa con el medio ambiente, dato de especial importancia ya que estos países encabezan la lista de emisiones de carbono. Tras la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París, China asumió el liderazgo de la lucha contra las emisiones de carbono. Según el informe British Petroleum Energy Outlook de 2018, China cuenta con un gran potencial en el sector de las energías renovables: la dependencia de combustibles fósiles está disminuyendo (se ha calculado una reducción del 62 % al 34 % en 2040) y el uso de recursos sostenibles está aumentando (hasta un 31 % el mismo año).

 

El gobierno chino también fomenta el uso de vehículos «verdes» y respetuosos con el medio ambiente, junto con la previsión de reforestar áreas recientemente asignadas a la agricultura. Esto da continuidad a un proyecto que Timberland llevó a cabo en 2001 en el que se plantaron 2 millones de árboles en el desierto de Horgin. El Nuevo Banco de Desarrollo fue fundado por el BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) durante la cumbre de Fortaleza (Brasil, 2015). En la actualidad marca las pautas para un futuro más responsable: en 2016, el presidente del BRICS anunció que el 60 % de los recursos financieros se asignarían al desarrollo de energías renovables.

 

En el informe Global Trends in Renewable Energy Investment 2018, publicado el 6 de abril, se afirmaba que, en 2017, se habían producido en centrales eléctricas sostenibles (principalmente energía solar), un total de 157 gigavatios, a diferencia de los 143 gigavatios del año 2016. Asimismo, la producción de estas nuevas centrales eléctricas sostenibles es más del doble que la de centrales de combustibles fósiles.

 

Por una parte, la transformación de las fuentes de electricidad actuales en sostenibles requerirá cierta inversión económica. Por otra, queda claro que son muchos países a los que les interesa que esto ocurra. El dinero asignado a este proyecto aumentó un 2 % en 2017, hasta alcanzar una suma de 279 800 millones de dólares. No es ninguna sorpresa que sea China quien lidere la clasificación con 126 500 millones de dólares (un 45 % de la inversión total) asignados para la transición hacia la energía sostenible.

 

El nivel de cooperación desde Estados Unidos y Europa sigue siendo incierto: Estados Unidos ha reducido sus inversiones en un 6 % respecto al año anterior, asignando solo 40 500 millones de dólares. Europa ha asignado un total de 40 900 millones, reduciendo su aportación en un 36 % respecto a 2016. Los países europeos que insistieron en esta reducción fueron Reino Unido y Alemania, lo cual no deja de ser curioso ya que el segundo depende del suministro de energía renovable en hasta un 35 % y prevé abandonar por completo los recursos nucleares en 2022.

 

La decisión de no actuar hoy va a tener graves consecuencias durante los próximos años. Los países que corren más riesgo de sufrir los efectos del cambio climático —principalmente los BRICS— son aquellos que más invierten. Sin embargo, sería muy sensato que todos los países contribuyesen equitativamente para proteger nuestro planeta con independencia de las consecuencias directas e inmediatas. Nuestra respuesta ante esta situación de emergencia debe ser mundial, y no la que dicten los intereses financieros. El primer reto será la completa transición hacia las energías sostenibles, el momento de la verdad para demostrar que realmente nos importa el planeta.

 

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